A más de 40 de años de aquella fallida y simulada campaña conocida como «La familia pequeña vive mejor», en pleno siglo XXI México vive una de las situaciones más devastadoras en términos sociales, por un lado la creciente corrupción que predomina por igual en todos los estratos de su sociedad y por otro, la gran indiferencia que demuestra el mexicano ante los hechos que observa en silencio diariamente en un país de contrastes económicos cada vez más profundos.
México alcanzó sus mayores tasas de crecimiento demográfico en la década de los 60. Entonces eran 35 millones de personas, creciendo a un ritmo superior al 3%. La política comenzó a dar resultados, sobre todo a partir de la década de los 80. Ahora, la población de México crece a una tasa menor del 2% anual. Si el país hubiera mantenido el ritmo de los 60, ahora estaríamos hablando de 160 millones de mexicanos. Pero entonces, ¿donde esta lo fallido? ¿por qué la califico como simulada?
La respuesta es muy fácil: sí, la familia logró reducirse en número de integrantes, pero la población no dejo de crecer, la infraestructura del país se volvió cada vez más precaria y la equidad en el acceso a oportunidades económicas se convirtió en el discurso político más gastado en cada sexenio. Entonces llego el gobierno de la privatización y del tratado de libre comercio, y todo se volvió económico, aquel México moderno, el de la opulencia y la solidaridad, no tuvo nada que ofrecer a la familia mexicana y por si fuera poco, remato con el famoso error de diciembre.
En fin, la familia mexicana jamás volvió a ser lo que antes era, ahora eran menos y alcanzaba para menos. ¿En que momento la familia pequeña llego a vivir mejor?
La realidad es que la familia paso a segundo término, a partir del siglo XXI la planeación estratégica en términos demográficos se ignoro por completo, misma que debería estar apoyada en las políticas públicas, empresariales y de organismos sociales. Hoy en México las mujeres de la sierra de Chiapas tienen más de cinco hijos en promedio, mientras que en San Pedro Garza García o en la delegación Benito Juárez están más cerca de los estándares europeos. Todo finalmente se ve influenciado por el nivel de educación y consciencia lograda en cada comunidad. La diversidad de pensamiento esta presente en México, sin embargo lejos de ser una riqueza cultural, ha servido para polarizar a la sociedad y llevarla a un nivel de fragmentación jamás antes visto.
Aunando a esto, la corrupción aumenta cada año, la religión se mantiene inmersa incluso hasta en la institución educativa, los medios tradicionales de comunicación conservan su estrecha relación con el gobierno en favor de su agenda y el narcotráfico se ha convertido en la gran familia mexicana.
Para una sociedad donde la pobreza de recursos económicos e ideológicos va en aumento, es casi un suicidio no contar con una estrategia de crecimiento poblacional, cada vez somos más, pero cada vez pensamos menos.
Desempleo, informalidad, y trabajos ilegales no son el problema, son la consecuencia de una nación que creció como hierba sin control, sin educación y con un fuerte dominio de una religión que hasta la fecha promulga la concepción de hijos a voluntad divina.
En pleno siglo XXI, los fenómenos hacia los cuales habrá que orientar a la política de población tienen que ver con el envejecimiento poblacional, el aprovechamiento del bono demográfico derivado del mismo, la dispersión de la población rural, la concentración poblacional en el espacio urbano, la sustentabilidad del medio ambiente, la intensidad y naturaleza del fenómeno migratorio, los rezagos persistentes en algunos sectores de la población, particularmente en materia de salud reproductiva, y el reto cultural hacia una convivencia más equitativa y socialmente viable.
La reflexión total es muy clara: ¿Somos nosotros quienes podemos sembrar un cambio en México o continuaremos procreando irresponsablemente dejando que sean nuestros hijos quienes vengan a sufrir lo que nosotros dejamos de hacer?
EsparzaQuéPasa 